Una luz dura, sin compasión. El movimiento de la fotografía obrera, 1926-1939. Del 6 de abril al 22 de agosto de 2011

Jorge Ribalta, comisario: la palabra obrero, de alguna forma, no forma parte de nuestro lenguaje. Bueno, obviamente, es una historia de perdedores, es una historia de derrotados. Lo que aquí intentamos plantear es que esa idea del documental como arte de la social democracia es una de las fuerzas que determinan la articulación de una cultura documental en esos años 30 pero no es la única y quizás tampoco es la primera. Es decir que antes de eso hay un movimiento documental vinculado al movimiento comunista internacional que parte de un proyecto de autorepresentación.

Un contramodelo frente a la representación burguesa, basado en la autorepresentación, de tomar las riendas, tomar el poder de la representación como parte del proyecto revolucionario. El objetivo de la revolución es el autogobierno.

La estructura de la exposición es una estructura no democrática, en el sentido que la estructura de un museo no lo es. El museo habla en nombre de otros y demás.

Los dos grandes pilares del museo son el autor y la obra original. Aquí estamos hablando de obra por parte colectiva, por otra parte anónima, aunque no sólo, también hay trabajos individuales y por otra parte estamos hablando de una obra múltiple hecha para estar en los medios de comunicación y no en el museo.

Tampoco tenemos que ser tan simplistas de plantear que el hecho de que se haga esta exposición en el museo significa la despolitización absoluta del trabajo. Pienso que el espacio del museo también es una espacio público, un espacio político y que de algún modo esta exposición politiza el espacio del museo a su manera.

De algún modo, que estemos aquí hablando de un movimiento revolucionario y por definición antiburgués tampoco invalida los aspectos buenos que pueda tener la esfera pública burguesa, si este concepto de bueno tiene sentido

Es difícil transponer el concepto de proletariado de los años 30 a la actualidad. La palabra obrero no forma parte de nuestro lenguaje. La razón por la que no forma parte es porque designa a un cuerpo social que en este momento no sabemos muy bien como identificar. La exposición yo espero que sirva para poner en evidencia la necesidad de la imagen en las luchas políticas.

Una de las dificultades hoy de identificar ese sujeto precario y esas nuevas formas de precariedad que no dejan de proliferar. Estamos viviendo sin duda una época de radicalización de crisis del capitalismo, sin embargo nos es muy difícil identificar los sujetos de esas nuevas formas de precariedad.

Estoy de acuerdo en que tenemos que reconocer las nuevas formas de pobreza, que no son las formas de los años 30, pero al mismo tiempo tenemos que construir otra serie de conceptos y representaciones porque ese tipo de lenguaje no nos sirve.
No podemos pensar la democracia sin alguna forma de representación ligada a esa tradición del documental.

La regla del juego es mostrar la obra original, que es una cuestión que tiene que ver con la cultura del positivismo, del empirismo el original es el documento, la prueba del relato histórico.

Pero me parece que la exposición también tiene su interés y no deja de tener una función. La exposición es un espacio de sueño, de sensaciones, es decir, la exposición es un espacio para el cuerpo y no hay que olvidar al cuerpo, si no hay cuerpo no aprendemos. Si no tenemos sensaciones, si no traducimos los conflictos en sensaciones no podemos entenderlos.