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- 02. el feminismo sindicalista que viene. pastora filigrana
- 03. el feminismo sindicalista que viene. territorio domestico
- 04. el feminismo sindicalista que viene. grupo de mujeres de pah vallekas
- 05. el feminismo sindicalista que viene. colectivo prostitutas de sevilla
- 06. el feminismo sindicalista que viene. jornaleras de huelva en lucha
- 07. el feminismo sindicalista que viene. las kellys madrid
El feminismo sindicalista que viene
Data | Value |
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Publicación | Lunes, 17 Mayo, 2021 |
Idioma | Español |
Realización | María Andueza |
Resumen | Feminismo sindicalista. Sindicalismo feminista. El priorizar uno de estos términos en la ordenación del binomio lleva a territorios distintos desde los que ahondar tanto en el feminismo como en las luchas sindicales.Poner el foco en la vida, poner el foco en las condiciones de trabajo, poner el foco en los derechos y en las vulneraciones de estos que se producen en determinados contextos y enmarcarlo además en los parámetros del género, la clase y la raza es lo que hacen a diario, desde... Más Feminismo sindicalista. Sindicalismo feminista. El priorizar uno de estos términos en la ordenación del binomio lleva a territorios distintos desde los que ahondar tanto en el feminismo como en las luchas sindicales.Poner el foco en la vida, poner el foco en las condiciones de trabajo, poner el foco en los derechos y en las vulneraciones de estos que se producen en determinados contextos y enmarcarlo además en los parámetros del género, la clase y la raza es lo que hacen a diario, desde sus ámbitos específicos, las mujeres entrevistadas en las cápsulas de esta playlist. A todas ellas, en la conversación, se les ha formulado una pregunta sobre feminismo sindicalista o sindicalismo feminista que han explicado desde la óptica y la experiencia de sus trabajos y luchas diarias.El feminismo sindicalista que viene incluye pues siete entrevistas con parte de los colectivos e investigadoras participantes en el encuentro que, bajo título homónimo El feminismo sindicalista que viene. Trabajadoras somos todas, organizó La Laboratoria, junto a Museo en Red, en el mes de diciembre de 2020 en el Museo Reina Sofía. La Laboratoria es una red transnacional de apoyo a la investigación activista feminista constituida en el año 2019. El Museo Reina Sofía trabaja junto a La Laboratoria desde su fundación con el objetivo de apoyar y participar en el desarrollo de una producción teórica feminista situada y de circulación transnacional.La lista de reproducción comienza entonces con una entrevista en la que Marta Malo y Cristina Vega, integrantes de La Laboratoria, introducen y contextualizan esta red y los ejes de trabajo que la articulan en los diferentes nodos. Continúa con las entrevistas a las integrantes de los tres proyectos becados por La Laboratoria en su primera edición: la abogada Pastora Filigrana, Constanza Cisneros que es una de las integrantes del colectivo Territorio Doméstico y Lotta Tenhunen y Myrian Espinoza que forman parte del grupo de mujeres dentro de la PAH Vallekas, Plataforma de Afectados por la Hipoteca. En estos contenidos se suma a la conversación sobre feminismo sindicalista la reflexión sobre la investigación feminista enunciada desde ópticas diversas y situadas. A continuación, le siguen tres entrevistas con Prostitutas de Sevilla, Jornaleras de Huelva en lucha y Kellys Madrid, quienes incorporan sus voces a la reflexión sobre feminismo y sindicalismo en el momento actual. Menos |
Nota de lengua | Español |
Etiquetas | Trabajo, Género, Común |
Canal de radio | Redes |
Colección digital | Archivo audiovisual > Las Actividades |
Copyright | Creative Commons by-nc-sa 4.0 |
Transcripción
1. La laboratoria, espacio de investigación feminista
─ Soy Marta Malo. Me dedico a la traducción. Casi desde que tengo memoria tengo obsesión por el uso de las palabras, cómo las palabras pueden generar cosas y, sobre todo, las palabras que salen de lo establecido. Entonces, desde hace mucho tiempo, con diferentes compañeras, he estado en ensayos de investigación que buscaban nombrar las cosas de otra manera y, sobre todo, nombrar las cosas desde las experiencias populares, que suelen tener poco espacio para ser dichas, nombradas, y para circular en diferentes canales. Yo creo que eso me ha llevado a soñar con otras compañeras lo que es La Laboratoria.
─ Yo soy Cristina Vega. Vivo en Ecuador, en Quito. Durante todos los años que he sido militante feminista, y que hemos sido militantes feministas juntas, nos ha preocupado producir ideas, producir conocimiento al calor de lo que estábamos haciendo: reflexionar. Eso se ha juntado con mi trayectoria más ─digamos─ profesional, que, en realidad, fue profesional después de ser activista, no al revés. Mi interés también tiene que ver con abrir un espacio-tiempo que está, en mi caso, dentro del mundo académico, pero que camina a otros ritmos, en otros lugares y con otras gentes, que no necesariamente están en este mundo, pero que se nutren de ese dentro-afuera. Tiene mucho que ver con un caminar en espacios diversos, preocupada por la producción de conocimientos y la respuesta conjunta a preguntas que nos hacemos en el día a día de nuestra vida y de nuestras luchas.
La Laboratoria es una confluencia pensada desde nuestro caminar, de las distintas personas que formamos La Laboratoria. Yo creo que todas, de alguna manera, hemos estado involucradas en ─lo que decía─ la producción de preguntas al calor de las luchas, de abrir un espacio-tiempo que es el de la lucha, pero que es como un pliegue de la lucha donde te preguntas un poco hacia dónde vas. ¿Cómo comprender lo que estamos haciendo?,¿ cómo podemos abrir posibilidades?, ¿con quién nos juntamos? Pero al mismo tiempo siempre pensando en nuestras distintas situaciones y problemas. Una serie de preguntas que nacen mucho al calor de las luchas.
Yo creo que, muchas, de alguna manera soñábamos con un espacio que nos permitiera ponernos en red y ponernos a pensar sobre nuestras propias preguntas y producciones de conocimiento al calor de las luchas, porque La Laboratoria lo que busca es abrir ese espacio y ese diálogo reflexivo sobre las propias luchas, no como un previo para luego luchar, sino en el corazón mismo de los conflictos, que cada cual habitamos en los distintos lugares.
Entonces, en ese sentido, La Laboratoria es esa confluencia que muchas habíamos soñado y habíamos imaginado, que abre esas preguntas, y no solo las abre, sino que nos pone en diálogos transnacionales. Creo que eso es un valor muy interesante de La Laboratoria, porque muchas veces nos obliga a dialogar con otras y a construir esas redes con otras, que, desde su lugar y desde su situación, nos devuelven muchas veces preguntas sobre nuestras propias situaciones y nuestras propias preguntas.
Entonces, La Laboratoria es un espacio transnacional que nace al calor de las luchas, y que son luchas situadas, donde cada una estamos en los distintos nodos que formamos parte de La Laboratoria, que son: Madrid, donde está Marta; Buenos Aires, donde hay otras compañeras; en Ecuador, en Quito, donde estoy yo junto con otras compañeras; en Ciudad de México; en Porto Alegre; y en Nueva York. Todas estas compañeras ya estábamos en relación, pero no habíamos creado ─digamos─ un espacio de visibilizar esos diálogos y de fortalecerlos.
Desde ahí, de alguna manera, hemos abierto también una serie de ejes donde cada una trabaja y donde nos hacemos resonar mutuamente, que son: “El sindicalismo feminista”, que ha sido ─digamos─ el que ha arrancado fuertemente con La Laboratoria, y que ahora mismo ha tenido estas jornadas tan interesantes en Madrid; “Cuidados, comunidad y común”, que plantea la cuestión de los cuidados, que además es un tema que nos atraviesa a casi todos los nodos ─bueno, a todos diría yo─; “Deuda y violencia financiera”, que lo están trabajando particularmente en Argentina, y es algo que ahora mismo en América Latina, pero también en el Estado español resulta una cuestión crucial para los feminismos; “Violencia y justicia feminista”; “Neoliberalismo y contraofensiva conservadora” y “Feminismo y migraciones”.
Todas estas cuestiones son parte de las preocupaciones de investigación y de militancia nuestra, y son en torno a las que nos hemos puesto el objetivo de abrir ese espacio de investigación, y que además tiene una característica interesante, porque procura que no solo investiguemos nosotras, sino invitar a la investigación. Invitar a la idea de que todas somos investigadoras si nos damos las posibilidades y el tiempo-espacio ─Virginia Woolf diría: la habitación propia, pero propia-compartida, no propia-individual─ para poder abrirnos todas esas preguntas colectivamente.
─ MARTA: Digamos que todo este planteamiento teórico se concreta en algunos dispositivos, y uno de los dispositivos es la idea de beca. Cristina ha citado a Virginia Wolf. Virginia Wolf dice: ¿qué hace falta para poder escribir? Hace falta una habitación propia y un estipendio, un sueldo. Entonces, para abrir un espacio-tiempo necesitas el estímulo de otras, necesitas esa apertura de la mirada que te da la lucha, pero también necesitas sostenerte en el día a día, y eso lo da la beca.
La Laboratoria tiene la idea de conseguir recursos y distribuirlos de manera directa a quienes luchan, para que tengan ese espacio-tiempo y puedan sistematizar lo que ya saben en conversación con otras.
Acabamos de empezar y hemos cerrado el primer ciclo de becas. Lo hemos impulsado desde el nodo Madrid y han estado becadas Pastora Filigrana que trabaja, desde hace mucho tiempo, desde una cooperativa de abogadas y desde el mundo del derecho, en contacto con mujeres que luchan en la precariedad en el campo andaluz, sobre todo, pero también en el trabajo doméstico. También hemos becado a dos compañeras, Myrian Espinoza y Lotta Tenhunen, implicadas en un grupo de mujeres dentro de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Vallekas; y hemos becado a varias mujeres, en concreto Rafaela Pimentel, Amalia Caballero y Constanza Cisneros, que están dentro de un espacio de organización de empleadas de hogar, que se llama Territorio Doméstico. ¿Por qué a ellas? Es porque entraba dentro de esta idea del sindicalismo feminista.
Entre los ejes de trabajo que teníamos, sentíamos que en los terrenos de valorización del capital se están dando disputas con un protagonismo muy claro femenino y feminista, que están inventando una nueva manera de hacer sindicalismo que rompe con las coordenadas tradicionales. Entonces, nos parecía interesante empezar a nombrar eso y empezar a sistematizarlo. De ahí vino una primera línea de becas en torno al sindicalismo feminista o feminismo sindicalista, que según como lo conjuguemos ponemos los acentos en un punto u otro, pero ambas conjugaciones nos gustan. También organizamos el encuentro que se celebró en diciembre de cuerpo presente, aquí, en el Museo.
Habíamos ya iniciado las tres becas, estaban haciendo investigación, estábamos haciendo pequeños talleres, y, en un momento dado ─sobre todo por las condiciones de la pandemia y la falta de presencialidad─ nos pareció importante vernos de cuerpo presente, porque no sucede lo mismo a través de Zoom que cuando te ves, cuando estás ahí cuerpo a cuerpo. Se conjugaron los astros para que pudiéramos organizar finalmente un encuentro bastante grande, que duró tres o cuatro días, en el que queríamos poner en el centro, justamente, luchas protagonizadas por mujeres y cualquier persona física hetero-disidente, que están organizándose en la frontera de la valorización del capital y que están resistiendo a los procesos de expropiación, de explotación y de sustracción de nuestras energías vitales.
Es entonces, una idea de sindicalismo que no se restringe a las luchas de lo laboral, sino que las amplía. Ahí convocamos a mujeres que se están organizando en el sindicalismo tradicional, pero en sectores muy feminizados. Eso trae otros debates. Hace que se empiece a hablar de qué pasa con los cuidados, hace que se empiece a hablar de qué pasa con las jerarquías sindicales, hace que se inventen otras maneras de la lucha, hace que, cuestiones que se consideran fuera de lo productivo, es decir, en el campo de lo reproductivo, de pronto entre en el juego para la organización. ¿Qué hacemos con los niños para ir a la asamblea?, por ejemplo. Entonces, ese sería como un terreno donde veíamos claramente que hay mujeres, que con mucha radicalidad, están inventando formas de conflicto, y en algunos casos están ganando.
Luego veíamos que había otro terreno, también con mucho protagonismo femenino, de trabajos que no se consideran trabajos, puede ser el trabajo doméstico, el trabajo sexual, el trabajo de reparto, ahora de Riders, que está gestionado por plataformas. Todos estos trabajos no tienen una regulación laboral, no pueden acogerse al Estatuto de los Trabajadores y al marco de derechos y garantías que recoge, y también el marco de negociación colectiva, y, sin embargo, vive procesos de vulneración, de explotación, de extractivismo de la energía vital, fundamentales. Entonces, también veíamos que ahí hay mujeres que con muchísima valentía están inventando formas de organizarse, de plantear el conflicto y de redefinir además la idea de qué es trabajo, qué es riqueza, cómo debe repartirse la riqueza y qué es una vida digna y para quiénes.
Luego habría un tercer terreno donde identificábamos que había mujeres abriendo nuevas formas de lucha y de conflictividad, que era un terreno social donde parece que no se juega la cuestión de la riqueza y, sin embargo, sí que se juega el terreno del barrio, pero también de la vivienda, de los servicios públicos que no están dentro de lo laboral. Si tú tienes unos buenos servicios públicos tendrás menos necesidad de trabajar tantas horas, si tú tienes un acceso digno a la vivienda sin tener que pagar unas rentas descomunales estarás menos sometida a aceptar cualquier condición de trabajo, si tú no estás obligada a endeudarte para llegar a fin de mes estarás menos expuesta a aceptar cualquier condición de trabajo.
Entonces, en realidad, esa división entre lo que es trabajo y lo que no, muchas veces es arbitraria, estamos produciendo riqueza social en muchas esferas de nuestra vida. Identificábamos que había una serie de luchas que problematizaban eso y peleaban contra la extracción de nuestras energías vitales en terrenos, por ejemplo, como el que va en contra del endeudamiento salvaje en relación a las hipotecas y el acceso a la vivienda o creando espacios de encuentro como los centros sociales u organizando ollas populares. Sería este un terreno que llamábamos del sindicalismo social.
─ CRISTINA: Todas las luchas son luchas de la vida. O sea, todas las luchas sindicales, hasta las más clásicas, si las rascas un poco descubres que detrás de esa lucha, que muchas veces era de obreros industriales, de sujetos en el puesto de trabajo, detrás de esa lucha siempre había gente que traía vituallas, barrios que se movilizaban en apoyo, niños que portaban pancartas...
Entonces, rascando en todas las luchas sindicales lo que se descubre es una nueva concepción de la clase que vive del trabajo, que no es exactamente el varón o la mujer que estaba en el puesto de trabajo, sino un mundo de reproducción de esa sociedad del trabajo subordinado. Eso es lo que para mí saca el feminismo, un sindicalismo que es realmente como es en verdad el sindicalismo, que es un sindicalismo de la vida, o sea, que no solo señala allí donde se extrae valor a través del salario, sino de los mundos que están conectados con el salario y que cada vez más dependen de la subordinación de ese salario para poder vivir, educarse, tener salud, etcétera. Entonces, para mí, el sindicalismo de la vida es ─perdón que lo diga así─ es el auténtico sindicalismo, que se revela cuando se rasca un poco.
─ MARTA: Nos gusta formulario de las dos maneras: feminismo sindicalista o sindicalismo feminista. Si la formulamos como feminismo sindicalista ponemos más el acento en ese feminismo, que pone en el centro las condiciones materiales de existencia y cómo esas condiciones están permanentemente sometidas a violencia. Intentamos construir un movimiento que sostenga las luchas que resisten a esa violencia y que construya autoprotección y capacidad de negociación. Entonces, decir feminismo sindicalista es querer hacer movimiento que tenga impacto en la vida de las mujeres y de las personas heterodisidentes en un sentido amplio, y que no hable solo del techo de cristal, sino que realmente ponga en conversación las condiciones de vida de cuantas más mujeres mejor y se haga las preguntas, que no dicte una agenda de lo que es el feminismo desde arriba.
Si decimos sindicalismo feminista, entonces ahí estamos poniendo el foco en los límites de determinado sindicalismo tradicional, que piensa que la lucha fundamental sucede en el trabajo. Estamos diciendo que esa división entre trabajo productivo y reproductivo, entre trabajo remunerado y el que no lo es, es una división política ─política y arbitraria─ y que está hecha no porque reconozca dónde se produce riqueza social y dónde no, sino para imponer una subordinación de todas aquellas ─y hablo en femenino aposta─ que generamos riqueza pero no tenemos un salario a cambio.
Un sindicalismo feminista pone en valor las luchas, también, que se dan en terrenos no remunerados.
─ CRISTINA: Hay un paradigma concreto de la relación entre el conocimiento y la lucha. Uno conoce y luego lucha. El conocimiento es un previo para la lucha o viene después de la lucha. Tampoco luchar es conocer exactamente, sino que hay que abrir una posibilidad. Tiene que ver con una simultaneidad, pero dentro de la lucha hay que abrir condiciones. No es inmediato que tú estés duchando y estés produciendo conocimiento. Muchas veces estamos en el activismo, así feroz, y no ocurre eso. Hay que prepararlo, hay que abrir las condiciones. Creo que La Laboratoria intenta abrir esas condiciones ─ese es un primer punto─. Un segundo punto, es que es feminista, es entrar en reflexionar y transformar condiciones de poder, que no solo tienen que ver con las relaciones de poder entre hombres y mujeres o entre sujetos diversos, sino que nos atraviesa, nos construye como sujetos hombres, mujeres, homosexuales, lesbianas... O sea, que nos construye como un tipo de sujeto sexuado concreto, no solo las relaciones, sino la propia función de nosotras como sujetos y, además, en el caso de las mujeres, como sujetos que siempre están en la falta del conocimiento. O sea, las mujeres siempre estamos en una especie de deuda con el conocimiento. Deuda con la lucha y deuda con el conocimiento.
Me parece que hay un reto ahí que tiene que ver con la investigación feminista, particularmente, que no tienen otras investigaciones. Es una investigación situada. En esto, yo creo que se ha avanzado mucho en el feminismo, en la idea de que no hay un conocimiento abstracto desde ningún lugar, sino que los conocimientos se producen en coordenadas concretas y que necesitamos construir esas coordenadas, explicitando y transformando nuestras propias coordenadas.
Tiene también un componente que tiene que ver con la diversidad. Son luchas donde actores diversos se juntan. No pensamos que hay un sujeto feminista, sino que hay una diversidad de actoras que están en un devenir feminista, y que en ese proceso el construirse a sí mismas están abriendo preguntas, transformaciones, posibilidades... Y luego está la idea de conocer para tramar. La idea de producir conocimiento no es solo para objetivarlo en un libro, en una pieza sino para construir comunidad y fortalecer las comunidades que luchan. La última es la de expandir la investigación, hacer de ella un lugar común de las prácticas de reflexión para combatir los órdenes injustos a los que nos enfrentamos.
MARTA: Añadiría que cuando conocemos y luchamos con otras nos transformamos a nosotras mismas, se transforma nuestra subjetividad. Hay una relación dinámica entre el saber, el ser-estar y el luchar que se enriquece. Y por eso conocer no es solo nombrar lo que hay, también es crearlo. Y por eso cuando conocemos a la vez que luchamos, eso que creamos es disidente, es, en conflicto con el estado de las cosas.
2. Pastora Filigrana
Este texto pretende ser una aportación a la construcción de un sindicalismo feminista y antirracista. Arrojar pistas sobre la construcción de una máquina de guerra que ya está en marcha. Un modelo de organización para los sectores laborales más precarizados. Que en una ordenación económica, patriarcal y racista del mundo resultan ser los sectores más feminizados y racializados.
Si el orden socioeconómico entrecrurza las realidades de la clase, la raza el origen o el género para encontrar los cuerpos más explotables, las respuestas que se articulen a esta sobreexplotación tienen como eje esta múltiple condición de clase, raza y género encarnada en los cuerpos que portan la fuerza de trabajo y las vidas a las que se les da un menor valor. ///
Soy Pastora Filigrana, vengo desde Sevilla y soy abogada. Formo parte de un despacho, que es una cooperativa de mujeres abogadas, que se llama abogadas.coop. Ejerzo el derecho muy ligado a mi compromiso político-profesional, que es la defensa de derechos fundamentales y también la defensa del derecho laboral y el derecho social.
Ahí ando, ejerciendo el derecho dentro de una estrategia política y sindical con un horizonte de justicia social.
Investigo de las propias cosas que hago yo con otras compañeras y que hacemos como abogadas. En concreto, el trabajo que venimos realizando en el campo de Huelva, en la comarca fresera de Huelva, con las trabajadoras del campo, con las jornaleras migrantes, principalmente, pero también con mujeres autóctonas. Bueno, toda una macrorealidad, una sobreexplotación de la tierra, de las personas, donde está muy ligado a la opresión racista y patriarcal. Poner esta esta experiencia en un lenguaje de investigación y poder contarla.
Otra parte del trabajo que realizamos es con la Asociación de Trabajadoras del Hogar de Sevilla. Todo este trabajo de cuidado, es también muy invisible y precarizado. Está también muy atravesado por las cuestiones coloniales, patriarcales y raciales, pues [se trata de] ponerlo a dialogar en esa investigación. Lo que yo intento a partir de ahí es investigar cómo el trabajo se está desregulando en muchos sectores, sobre todo, la pandemia lo ha acelerado en todo el tema del teletrabajo, el trabajo de plataforma, todo lo que estamos viendo. Cuando hablamos de desregularización, de lo que estamos hablando es de una pérdida de garantía de los trabajadores y las trabajadoras frente a la patronal.
Esto ya está ocurriendo, sin embargo, históricamente hay sectores que ya venían desregulados, que ya tenían una falta de garantías de derecho. La vida, los cuerpos y las fuerzas de trabajo de las trabajadoras que ejercen y vienen ejerciendo esos trabajos ya estaba abaratada y desregulada.
La hipótesis de la investigación es un poco pretenciosa, porque lo que pretendo decir es que para esta desregularización que viene vamos a tenernos que organizar, y las luchas que vienen organizándose en sectores que ya están desregulados pueden servir como ejemplo para estas nuevas luchas que vienen.
Casualmente, [se trata de] sectores que no vienen siendo reconocidos como un trabajo total, históricamente. Yo me centro, sobre todo, en lo que conozco de primera mano, que es el trabajo doméstico, el trabajo de cuidados y el trabajo en el campo, que, a día de hoy, siguen sin tener un reconocimiento pleno ambos sectores como trabajadoras. Las luchas que se dan en estos ámbitos están especialmente feminizadas y racializadas. Se da la paradoja que los trabajos con menos reconocimiento social y salarial a la vez son los trabajos más esenciales para la vida y son los que vienen escogiendo las personas que tienen menos posibilidades de elección de un trabajo. En un mundo colonial, racista y patriarcal, si tú haces ese entrecruzamiento, las personas que tienen menos posibilidad de elección (cuyo trabajo vale menos). son principalmente las personas que no habitan occidente, que no son blancas, y dentro de estas las que son mujeres. No es casual que, tanto el trabajo más duro en el campo, el que conozco en Huelva, lo realicen mujeres migrantes en situación muy precaria. Y que los trabajos de cuidados, los trabajos domésticos y, dentro de estos, los peores, como es el trabajo interno o los que peores condiciones tienen, también sean mujeres en su inmensa mayoría, y mujeres migrantes.
El análisis de esto y las luchas que se dan desde ahí, o sea, cómo estas mujeres están consiguiendo organizarse y enfrentar esta forma de opresión, que entrecruza lo laboral, lo patriarcal, lo racial, creo que tiene mucho que enseñarnos. Ahí está la osadía, que aprendamos, que las miremos, porque, posiblemente, ahora que nos vamos a tener que organizar contra toda esta desregularización, contra todo este teletrabajo, donde no va a haber línea divisoria ─o que cada vez menos línea divisoria entre la vida y lo laboral─ pues, quizás, nos tengamos que inspirar en esta lucha. Este es mi planteamiento en esta investigación.
Las viejas máquinas sindicales se agotan. Las realidades que las crearon se desdibujan. Ya no hay un trabajo para toda la vida, una fábrica donde encontrarse, ni siquiera un patrón al que enfrentarse. El patrón se ha convertido para muchas personas en una plataforma digital o en una app, el trabajo es por campaña y el año que viene ya no se trabaja en el mismo lugar ni con la misma gente. Muchas no saben dónde termina su trabajo y empieza su vida porque los tiempos de presencia son perpetuos. Hay que estar disponible ante un email, una llamada o una persona enferma que pide agua en mitad de la noche. Encontrar la solidaridad suficiente entre las personas trabajadoras que sufren los mismos abusos se hace muy difícil cuando no hay otras trabajando al lado. Ceñirnos a una reivindicación laboral cuando la vida entera está puesta a producir, es imposible.
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Una investigación feminista yo creo que, ante todo, es una mirada, es un punto de análisis. Es mirar la situación desde una vivencia muy concreta, no solo porque estoy contando la situación laboral y las luchas que se plantean desde ahí, desde personas que conozco de carne y hueso, desde sus situaciones concretas, que están muy atravesadas tanto por la migración, como por la cuestión de género, sino también la propia investigación, no solo lo que estoy investigando, sino la forma en la que estoy investigando, hablo desde mí, y me ha costado mucho encontrar ese tono. Es una investigación que no debía de ser exactamente con los parámetros de una investigación normal, porque precisamente lo que estamos queriendo hacer es investigación feminista, hacer investigación desde la vida práctica y el cuerpo. Así que, a mí también me está costando, desde la voz que enuncia de investigación, donde interlocuto con las realidades, cuento la realidad y cómo yo intervengo en ella, desde mi historia política, militante, como mujer gitana, como mujer racializada… Me encuentro con la migración en un momento dado, donde paso de ser la abogada de los gitanos y las gitanas, y también soy la abogada de las migrantes. Es la historia de mi vida, cómo hilo la lucha antirracista. Entonces, para mí eso es una mirada, tanto de cómo se cuenta esa realidad, como la voz y la interpelación que hago con mi vida y la investigación.
Yo soy más de sindicalismo feminista, al fin al cabo, el sindicalismo son luchas sociales, son luchas laborales contra la apropiación, contra la explotación, al fin y al cabo la opresión. El meter lo de feminista es algo que, no es que hayamos metido la palabra, es que la realidad ya había sido y después le hemos metido en la palabra. Estas luchas laborales, vividas desde un cuerpo de mujer y, además, de las mujeres que lo tienen más difícil, sobre todo, que son principalmente mujeres migrantes, pero también mujeres racializadas, mujeres de zonas rurales, las que no están en la hegemonía; es hacer esta lucha desde los propios referentes, padecimiento de las mujeres ─dolores de barriga, lo llamo yo─; no una lucha desde un marco teórico y una hipótesis del valor, de la apropiación del capital ─que también existe─ sino vivida desde allí. Creo que es como lo que es la investigación, como un punto de enfoque diferente, aparte de que explica mucho del sistema mundo que sean los trabajos más precarizados los que estén más racializados y más feminizados. Creo que, al enunciarnos desde ahí, también estamos impugnando. Estamos señalando cómo funciona el monstruo. Creo que el sindicalismo feminista sería ahí.
3. Territorio Doméstico
Buenos días, soy Constanza, pertenezco al colectivo Territorio Doméstico que es un colectivo de empleadas de hogar y de cuidados. Somos cuidadoras, somos trabajadoras y trabajamos cuidando personas. Nuestro colectivo nació hace muchos años ─no como Territorio Doméstico─ como Territorio Doméstico nace en 2006.
Durante todo este proceso lo que hemos hecho es reivindicar los derechos de las empleadas de hogar y buscar cada día alternativas, herramientas diferentes para esta reivindicación. Intentamos ser creativas con todo esto en todas las propuestas. Nosotras pensamos que ya nos atraviesan muchas penalidades como para hacer una reivindicación triste y lastimera. Nosotras reivindicamos siempre que nuestra lucha es festiva, es alegre, con música, con pasarelas, con baile… Esa es la propuesta que tenemos.
En Territorio somos feministas, y desde ahí construimos colectivamente siempre en todo, en todas nuestras luchas, en todas nuestras reivindicaciones. Acogemos y acuerpamos a todas las compañeras que también estén en procesos de reivindicación.
Nosotras siempre hemos tenido contactos con diferentes colectivos. Cuando hubo la propuesta de La Laboratoria, de esta investigación, y de ir ubicando nuestros procesos y cómo los hacemos, para nosotras fue una propuesta interesante e importante. Además, porque nos hacía mirarnos a nosotras mismas en los procesos que llevamos a cabo.
En este proceso de investigación lo que estamos haciendo y estamos construyendo todos los días es una especie de teoría de las formas de construcción colectiva que nosotras tenemos, que nos damos cuenta de que son muy diferentes a las que habitualmente vemos en otros colectivos. Siempre es horizontal. Nosotras construimos siempre desde la horizontalidad y todas somos importantes.
Una de las cosas que nos dimos cuenta con La Laboratoria es que lo que nosotras hacemos nos ayuda a avanzar y a crecer y a identificar lo que estamos haciendo, que es algo diferente, que es una propuesta que la hemos llamado de sindicalismo feminista, porque rompe los esquemas de todo lo tradicional.
Estamos en construcción todos los días, hacemos con lo que tenemos. En la investigación que estamos haciendo nos hemos centrado en nuestros lemas y en cómo hemos ido construyendo cada uno de nuestros lemas. Este “Hacemos con lo que tenemos” es que no tenemos casi nada, pero con lo poco que tenemos hacemos nuestra lucha y nuestra reivindicación. “Sin nosotras no se mueve el mundo.” “Querían brazos y llegamos personas.” Son lemas que han sido la base para la construcción de todo lo que estamos haciendo, y que nos damos cuenta de que, sobre esto, cuando hablamos, por ejemplo, de nuestros CDs, confluyen con todos estos lemas que nosotras tenemos.
Entonces, esta construcción para compartir con las demás, con todas las mujeres que quieran sentirse tocadas por esta propuesta, por esta forma de construir sindicalismo diferente. Esa es la idea: compartir con todas las demás todo lo que nosotras queremos, todo lo que nosotras hacemos, todas nuestras luchas y, también, ayudar y compartir esas luchas; las luchas de las otras, que son nuestras, porque en definitiva cuando somos mujeres y cuando nos sentimos tocadas por una reivindicación, estamos ahí, ponemos el cuerpo ─nosotras decimos acuerparnos─, ponemos todo para conseguir lo que queremos y para saber que estamos siempre juntas y que siempre habrá luchas que tenemos que seguir haciendo.
Nosotras no somos teóricas, nosotras vamos construyendo en los procesos. Para nosotras [el sindicalismo feminista] es acoger, compartir, acuerpar las luchas de todas; sentir y vivir las luchas de todas. Saber que tenemos otras compañeras. Saber buscar y encontrar lo que nos une con los feminismos. Esa es la lucha. Ese es el sindicalismo, saber que todas estamos conectadas, que todas estamos en sintonía en las luchas.
A veces, podemos discrepar en ciertas cosas, pero lo que hacemos y lo que buscamos es construir en lo que nos une. Ese es el sindicalismo feminista, saber que nos podemos apoyar en los otros colectivos, que cuando estamos enredadas, que cuando estamos conectadas, que cuando hacemos una red de colectivos, cuando estamos organizadas es importantísimo. Saber que estar organizadas nos hace más fuertes, y que nos hace entender que las luchas son un poco más alegres. Y que en la cotidianidad, en el trabajo y en el pensamiento colectivo ─en toda la vida─, las luchas que llevamos se hacen menos pesadas. Ese es el sindicalismo feminista.
4. Grupo de mujeres de PAH Vallekas
Una gran parte del feminismo situado de las mujeres de PAH Vallekas nace del dolor: el dolor que causa ver peligrar la casa, el dolor de haberla perdido, el dolor de cargar sola con demasiado, el dolor de la violencia machista y otras opresiones acumuladas. Tanto es así, que en muchas ocasiones encontrarnos se convierte en un acto colectivo de poner sobre la mesa todo el dolor y pedir consejos sobre qué hacer con él. En ese acto hay algo de lo que la poeta y feminista estadounidense Audre Lorde supo poner en palabras: “El único tipo de dolor intolerable es el dolor desperdiciado, el dolor del que no aprendemos”, escribe. “Pienso que debemos aprender a distinguir entre uno y otro"
[...] El dolor y el sufrimiento, que inevitablemente acompaña lo que nos ha conducido a luchar juntas, no tiene por qué implicar victimismo. “Sueño con un tiempo, anhelo un tiempo para desnudarnos de los ropajes de víctimas”, así describe Aisha este objetivo compartido. Gracias a la valentía de compartir el dolor y hacer la pregunta de Lorde, muchas de las compañeras hoy en día celebran haber podido cambiar dinámicas familiares dañinas y opresivas.
─ Mi nombre es Myrian Espinoza, y soy integrante de la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca de Vallekas. Dentro de lo que es la plataforma, pertenezco al grupo de mujeres de la PAH.
─ Yo me llamo Lotta y, como Myrian, formo parte de PAH Vallekas, y dentro de este grupo local, desde hace media década, un poquito más quizás, empezó a nacer un grupo de mujeres en el que pusimos de manifiesto entre nosotras, y luego hacía fuera, de qué manera la problemática de la vivienda afecta de manera particular a las mujeres.
─ MYRIAN: El colectivo es mixto, pero cuando eres integrante te vas dando cuenta de que la mayoría que defiende ese derecho (que lo que buscamos es una vivienda digna), está conformado por una mayoría de mujeres, y de ahí viene el despertar de nuestro grupo de mujeres o de ese despertar incluso feminista.
─ LOTTA: Los ingredientes de ese grupo yo creo que estaban sobre la mesa o sentíamos la necesidad ya desde antes, pero, lo que dio el último empujón para que se creara ese grupo fue, sin duda, la movilización de Ni una menos, que empezó en Argentina y luego muy rápidamente llegó también a los países europeos.
Nosotras, de algún modo, tenemos un recorrido que no es el mismo que tienen las compañeras que forman grupos que son íntegramente, o en su vastísima mayoría, un 99% de mujeres, y que ya vienen, de alguna manera, del feminismo popular, del feminismo intuitivo (como lo quieras llamar). Sino que nosotras venimos de una lucha que, ya desde hace mucho se nombró como “sindicalismo social” porque defiende lo social. Defiende el trabajo reproductivo, el trabajo que hacen