En la Italia de la segunda mitad del siglo XX, una generación de artistas agrupados bajo la denominación de "Arte Povera" que, influidos por la obra de Piero Manzoni y Lucio Fontana y recurriendo a materiales sencillos y cotidianos, llevaron a cabo una serie de obras que, sin renunciar a una cierta conciencia poética del mundo, eran profundamente críticas con la industrialización y la sociedad de consumo. De esos artistas, fue Luciano Fabro quien con más énfasis vinculó la emergencia de lo nuevo con una revisión situada en la tradición, con la exploración de las posibilidades y perspectivas creativas que, en un país como Italia, seguían abriendo las ruinas del pasado.
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