Femme oiseau I (Mujer pájaro I)

En la pintura de los últimos años de Joan Miró, el concepto de la gravitas, de «lo negro» y lo telúrico, fue ampliando su presencia. Son obras en las que la energía parece ser liberada de una forma brutal, y donde la paleta cromática está definida por los tonos sombríos, ocres y rojizos. Es el caso de Femme oiseau I (Mujer pájaro I, 1977), y su compañera Femme oiseau II, una pareja de lienzos que demuestran que la energía gestual, en la que Miró se sumergió tras el último viaje a Estados Unidos en 1968, era un buen vehículo para expresarse cuando, sin renunciar a su universo iconográfico, buscó representar la idea de retorno a las raíces. Este lienzo de gran formato conecta con las «pinturas salvajes» de los años treinta, en las que Miró derrocha inventiva formal. Como en esta obra, las figuras son sombrías y orgánicas, y aparecen como formas silueteadas y transparentes, semejando personajes híbridos en una atmosfera agobiante, en la que son las únicas protagonistas. En Femme oiseau I ocurre lo mismo: la figura se expande hacia los márgenes de la pintura, y la potencia de sus trazos negros describe una atmósfera opresiva que limita su movimiento, y que la pone en conexión con la visión de la realidad del pintor en los últimos años de su vida.

Carmen Fernández Aparicio
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